EL LEGO Y EL CASCANUECES

“anti-yo”: Odio exactamente lo que soy

La briza helada revestía el ventanal de blanco en un enero largo y frío, cuando el joven David, arropándose desesperadamente en las redes de su edredón, con su dicción habitual, le suplicó a su abuela por un último cuento.

—Remontémonos a los 1900, en un acto de Navidad de Alemania —comenzó la abuela con un suspiro— tras el éxito de Rumpelstiltskin, Hansen y Gretel, El Mensajero de la Muerte y La Bella Durmiente, se cuenta que, El cascanueces, se salió del libro que narraba su historia para emprender un largo viaje en busca de Narciso.

Se asegura que su motivación fue tal que, a su camino desveló a todas las criaturas de los Cuentos de Hadas del más profundo de los sueños, solo para compartir las peripecias de su viaje.

—Tengo por entendido que cada uno de ustedes se siente el personaje principal en su libro, pero les confieso que, de todas nuestras historias, la mía será la más añorada por los niños. No solo por su lenguaje melódico o por el panorama de fiestas de navidades, sino porque le muestro al mundo como cascar las nueces más duras.

—Eres un pretencioso pelele de madera — insurgente, gritó el Lego, haciéndose espacio entre todos.

—Y tú representas una línea de juguetes plásticos fabricados en Escandinavia —adujo El Cascanueces buscando el apoyo en una que otra mirada—. Los niños no leerán nada sobre ti. Es la riqueza histórica lo que hace que un personaje sea importante y tú, mi pobre amigo, no tienes ninguna.

El Lego logró endulzar el semblante, pero no pudo ocultar sus resquemores. Se sobrepuso y dijo:       

—Soy prueba viviente de una tecnología futurista capaz de demostrar que todo es construible. Vengo del mañana, donde existen millones de piezas mías rodando por el mundo y los niños, tus insolentes niños, juegan con ellas.  

—¿Viene del mañana? —se cuestionó un cerdito pequeño, conocido por haber construido su casa de paja.

—¡Viene del futuro! —clarificó admirado su pariente, distinguido por haber diseñado un hogar de madera.

—¿Y qué te ha hecho venir desde tan lejos? —preguntó, de juicioso, el cerdito mayor, repartiendo quinielas entre las criaturas.

—¡Siento aversión por la inmodestia! —respondió el Lego—. En el futuro, los niños conocen El Cascanueces, como el mayor pecador en ese terreno. Con historia o sin ella, les guste o no, pertenezco a este debate. Y les aseguro, desde mi más modesto punto de vista, que mi legado será mucho más notable que el vuestro.

—Hay una sola forma de comprobarlo —interrumpió, malhumorada, Cenicientas—. Preguntemos a las ninfas del Olimpo; son el mejor jurado que conoce el mundo de la fantasía. Aunque, para mí, son igual de soberbios, tanto El Lego como El Cascanueces,

Y así se marcharon, camino a lo desconocido —le susurró la abuela al pequeño David—. Dícese que recorrieron páginas olvidadas, capítulos inéditos e incluso, viajaron cientos de años, posterior a la imposición del cristianismo en la edad media, hasta que llegaron la Antigua Grecia, auxiliados por uno de los atajos de Homero. Exactamente al monte Helicón —justamente después que Narciso cometiera el error de burlarse de Echo, la ninfa que murió al transformarse en una escultura de piedra, consumida por su amor—.

 

…y se encontraron con un grupo de ninfas que consolaban a  Echo, tras la muerte de Narciso.

El Cascanueces, indispuesto a contenerse ante tal situación de angustia, se expresó con tono desafortunado, explicándoles el motivo de su periplo, a lo que la ninfa Claea, respondió:

—Queridas criaturas de Cuentos de Hadas, como ya se habrán enterado, Echo tiene como impedimento expresarse de forma entendible, de modo que lo haré por ella. Lamento informarles que su viaje al pasado ha sido en vano. ¡Narciso ha muerto! Además, su pecado no era el de la soberbia, sino la vanidad. En lo que respecta al Lego y a El Cascanueces, me está costando discernir cual es más soberbio.

Cenicientas soltó una carcajada.

—Estoy lejos de ser soberbio —dijo El Cascanueces.

El Lego también se mofó.

—¡Lo digo en serio! —aseguró El Cascanueces —. Mi único anhelo es que nunca se me olvide. 

—Lo gracioso de quien vive con semejante deseo es que no se pregunta si lo que hace merece ser recordado —respondió Claea.

Diciendo esto, consoló a Echo, que dejó escurrir una gruesa lágrima, mientras apretaba sus ojos.

—¡Merezco ser recordado! —convencido, aclaró El cascanueces—, soy el primero en haber cascado una nuez en todo el universo.

—¿Estamos de bromas? —se descompuso el Lego, rabiando de irritación—. No te hace ningún favor pensar así. Tampoco deberías seguir monologando a los pies de esta pobre alma en pena.

El Lego señaló a Echo y prosiguió:

—Quizá te convenga más declarar que tu historia le ha hecho recordar al mundo como cascar nueces. Así estaría mejor, ¿no crees?

Las palabras del Lego hicieron sumergir al arlequín en un silencio profundo, tan inquietante, que hizo a las criaturas mirarse una a las otras de manera incómoda. De repente, una traviesa sonrisa alumbró el rostro del Cascanueces, que, optando por una postura solemne, vociferó:

—A las ninfas y a todas las criaturas de Los Cuentos de Hadas, permítanme presentarles al Lego: encargado de recordarle al mundo como construir castillos de plástico.

Con cierta viveza, todos aclamaron y elogiaron al Lego, hasta que, con voz ronca, el juguete rompió con la celebración:

—El que recuerdó, no. ¡El primero! 

David, que se había mantenido en silencio, que tan siquiera había pestañado durante toda la historia, finalmente, le preguntó a su abuela:

—Entonces, ¿un viaje tan largo para que el Lego descubriera que era tan soberbio como el Cascanueces?

—No, mi pequeño. Un viaje tan largo para que te dieras cuenta de que odiamos exactamente lo que somos.

 

© Héctor A López Olivera 2019

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¿Quién es Héctor?

Comencé a recetar soluciones para la amargura desde pequeño y en casa pensaron que sería doctor. Luego de un tiempo, mi madre  … Más

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